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Tradición de la excelencia


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Desde el S. XVI, la Compañía de Jesús puso en marcha una opción muy comprometida por la educación y formación de la juventud. A través de sus colegios y universidades, que pronto se convirtieron en una potente red de irradiación cultural, los jesuitas comenzaron a “explorar” todos los ámbitos del saber: pedagogía, filosofía, historia, botánica, geología, matemáticas, cartografía, astronomía, música, arquitectura, teatro… El conocimiento bien fundamentado y críticamente aplicado, además de hacer mejores personas, era fundamental para la construcción del “bien común” y, por tanto, una forma de colaborar con Dios en el mantenimiento de su creación.

Profesora en clase Universidad Comilla

Desde el S. XVI, la Compañía de Jesús puso en marcha una opción muy comprometida por la educación y formación de la juventud. A través de sus colegios y universidades, que pronto se convirtieron en una potente red de irradiación cultural, los jesuitas comenzaron a “explorar” todos los ámbitos del saber: pedagogía, filosofía, historia, botánica, geología, matemáticas, cartografía, astronomía, música, arquitectura, teatro… El conocimiento bien fundamentado y críticamente aplicado, además de hacer mejores personas, era fundamental para la construcción del “bien común” y, por tanto, una forma de colaborar con Dios en el mantenimiento de su creación.

Colegio Romano - Universidad Comillas

Colegio Romano, precursor de universidades

El éxito del colegio de Mesina fundado en 1547 animó a Ignacio de Loyola a considerar los colegios como unas eficaces plataformas de evangelización.

Colegio Romano, precursor de universidades

El éxito del colegio de Mesina fundado en 1547 animó a Ignacio de Loyola a considerar los colegios como unas eficaces plataformas de evangelización.

Nuestra expertise

La Tradición de la excelencia pone nombre y rostro a algunos de estos jesuitas que en su tiempo y circunstancias destacaron por su aportación al saber desde perspectivas y disciplinas muy diversas. Cada uno de ellos es un eslabón de referencia agradecida en la tradición jesuítica e ignaciana. No son sólo “sólidas piedras” de un pasado lejano sino, y sobre todo, aliento y espíritu para todas las personas e instituciones que, siguiendo las huellas de aquel primer grupo de París, desean vivir hoy el “valor de la excelencia”.

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