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El correo postal y las tarjetas postales ilustradas

Durante la antigüedad, la correspondencia epistolar estuvo presente especialmente como medio de transmisión de noticias, aunque no era un servicio regularizado ni universal. Eran los sectores privilegiados de la sociedad y especialmente las cancillerías las que hacían un uso más intenso de los correos. Aún hoy el paisaje guarda recuerdos de aquellas casas de postas donde abrevaban y eran intercambiados los caballos de las diligencias que recorrían los caminos transportando viajeros y rollos de papel con sus correspondientes sellos de lacre.

A mediados del siglo XIX aparece el correo avalado por los Estados y los franqueos postales mediante sellos, dando lugar al correo filatélico. Es en Inglaterra donde tiene lugar este avance de las comunicaciones y es la revolución industrial, con el incremento y mejora de los transportes, la que lo posibilita. Muy especialmente es el ferrocarril el que genera un giro radical en este ámbito tan fundamental para el desarrollo del correo. En España el franqueo postal se hace obligatorio en 1856 y en 1874 se funda la Unión Postal General, que en 1878 cambia su nombre por el de Unión Postal Universal.

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Al socaire de la generalización del servicio de Correos nacen las tarjetas postales que, en un principio, editaban las administraciones de Correos y no eran ilustradas, llevando el franqueo impreso en una de sus caras. En España, en 1873, se emite la primera tarjeta postal, pero es a finales del siglo XIX cuando empiezan a proliferar las tarjetas ilustradas impulsadas por el avance en los medios de impresión.

En lo que atañe a la industria de su fabricación, una vez más, es Gran Bretaña pionera, creándose editoriales de tarjetas que tienen gran éxito. Las enormes dimensiones que el imperio británico adquirió por estos años fue el factor primordial para la rápida expansión que las tarjetas postales tuvieron. Muy pronto el viejo continente sigue la misma pauta. En España, es la empresa Hauser y Menet la que, desde 1890, se pone a la vanguardia con su técnica de impresión fototípica, y la que en 1902 señalaba en un anuncio que su producción mensual era de medio millón de tarjetas.

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El último cuarto del siglo XIX contempla a una burguesía acaudalada que con sus viajes hacía circular hermosas imágenes impresas que contribuían así a popularizar los grandes tesoros artísticos de la humanidad. Todo el siglo XX sigue la misma pauta de incremento y universalización de las postales, que se convierten en testimonio del acceso de las clases trabajadoras occidentales al consumo de viajes y, por consiguiente, a los recuerdos gráficos de aquellos momentos.

En la actualidad los nuevos medios de comunicación han dejado a un lado aquellos concisos mensajes que nos llegaban a través de las tierras y de los mares. Hoy la industria de las tarjetas postales ha quedado preferentemente para surtir otro tipo de funciones que no están directamente ligadas a los viajes.

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Hoy perviven las postales corporativas o institucionales que tienen un claro sentido promocional y propagandístico. También los grandes museos y otros centros culturales siguen editando bellas imágenes, incluso con el mismo formato pero sin el espacio destinado al franqueo. En cualquier caso el destino más general de estas nuevas ediciones postales es el de convertirse en coleccionables por cartófilos o permanecer perdidas en cajones.

En lo que atañe al contenido escrito de las tarjetas, normalmente son mensajes que mencionan lo bien que se ha llegado, el buen tiempo que hace y lo precioso que es lugar que se visita. Tampoco hay que olvidar otro tipo de mensajes ligados a celebraciones, campañas publicitarias... Salvo en raras ocasiones, el hecho de que la escritura no vaya privatizada y protegida por un sobre la convierte en una fuente histórica alejada de la importancia que tiene la literatura epistolar.

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También las postales han formado parte de exposiciones, casi siempre como complemento de obras artísticas e ilustración y documentación de biografías. A finales de 2014 y principios de 2015, la sede del Ayuntamiento de Madrid acogió una muestra referida al gran arquitecto Le Corbusier en las que el protagonismo absoluto fue de las tarjetas postales. Este aprovechamiento documental de la colección del ilustre arquitecto es el que nos sugirió la idea de organizar esta muestra con la Compañía de Jesús como protagonista.

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