Impulsó una educación para la justicia en las universidades y colegios jesuitas
Pedro Arrupe, sacerdote jesuita y Propósito General de la Compañía de Jesús entre 1965 y 1983, murió en Roma el 5 de febrero de 1991. Hoy, 25 años después, su figura y, sobre todo, su legado, siguen presentes en el mundo a través de las obras jesuitas.
"Si tuviera que elegir alguna idea central para expresar la acción y el pensamiento del P. Arrupe creo que ésta sería 'inculturación', que él siempre comenzaba por la 'inculturación personal interior' tal como su experiencia de vida le había enseñado -asegura Julio L. Martínez, SJ, Rector de Comillas-. En el centro de la 'inculturación' está la persona: la persona de Jesús, el Hijo enviado desde el diálogo de amor en la comunidad de personas que es Dios, para hacer redención de un mundo con en tanta diversidad y tanta dificultad (el misterio de la encarnación). Y las personas de carne y hueso que son las que entran en los diálogos de culturas y religiones, y las únicas que pueden cambiar las estructuras injustas. De ahí su clamor por la 'educación para la justicia' en las universidades y los colegios jesuitas; aquello que quedó inmortalizado en la frase 'hombres y mujeres para los demás'".
El Rector continúa, aplicándolo a la vida de la universidad: "el horizonte es articular una visión integral del ser humano y de la realidad –un humanismo—, pero no con una formulación abstracta e intemporal, sino según el lenguaje, el estilo y la índole profunda del tiempo y su(s) cultura(s): encarnarse para transformar. Por eso no pretende meramente el desarrollo socio-económico, ni solo la promoción de la justicia social a través de una transformación de las estructuras políticas y económicas, sino la verdad humana integral, que fundamenta y finaliza todas sus actividades docentes e investigadoras de orden científico, económico y político".
"En tanto que católica y jesuita, la universidad somete su producción cultural a los criterios evangélicos. El Evangelio, aunque encarnado en una cultura específica, tiene un contenido y una vigencia transcultural, pues expresa el sentido pleno de toda existencia humana en el misterio de Jesucristo. Por un lado, la universidad se vale del Evangelio para discernir los valores y contravalores hacia una nueva síntesis cultural. Por otro lado, a través de su actividad científica realiza la misión de la Iglesia 'inculturando' el Evangelio mediante las funciones universitarias, condición para la autenticidad del anuncio de la fe", concluye.